La inflación general se frena al 8,4% en abril pero la subyacente se dispara

La inflación general se frena al 8,4% en abril pero la subyacente se dispara

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  • CRISIS DE PRECIOS/ El ‘efecto escalón’ con 2021 y la subvención del Gobierno a los carburantes contienen la escalada del IPC, pero la inflación subyacente se dispara hasta el 4,4%, su tasa más alta desde 1995, por el contagio a la cesta de la compra.

J. Díaz. Madrid

El efecto base respecto a 2021, cuando la inflación comenzaba a despegar; la modesta bajada del precio de la electricidad, y el plan de choque del Gobierno por la guerra en Ucrania y la crisis energética, que ha traído consigo una moderación en los precios de los carburantes a golpe de subvención (20 céntimos por litro de combustible desde primeros de mes), han permitido frenar en abril la frenética escalada del IPC general. La inflación se ha situado en el 8,4% interanual, 1,4 puntos menos que en marzo, cuando se quedó a las puertas del doble dígito, según el dato avanzado ayer por el INE. En tasa mensual, los precios bajaron un 0,1% respecto a marzo, tras haberse disparado un 3% ese mes. Aun así, la inflación sigue en tasas no vistas desde 1986; esto es, en 36 años.

¿Significa el dato de abril que la inflación tocó techo en marzo, como apuntaron días atrás algunos servicios de análisis, como Funcas y Caixabank Research? Los expertos coinciden en que el efecto escalón se dejará notar a partir de ahora en la evolución del IPC, ya que el año pasado los precios comenzaron a subir con fuerza a partir de abril, a lo que se sumará el alivio temporal de las medidas tomadas por el Gobierno, pero alertan de que el respiro aparente del IPC general no debe enmascarar un dato que resulta muy preocupante: el fuerte salto cuantitativo de la inflación subyacente (la que no incluye los alimentos frescos ni la energía), que se ha disparado hasta el 4,4%, su tasa más alta desde diciembre de 1995. Es el termómetro que utilizan organismos como el BCE para pulsar el verdadero estado de salud de los precios y detectar si el problema sigue siendo temporal, como se defendía a capa y espada hasta hace solo unos meses, o la subida ha mutado ya en estructural, infiltrándose con fuerza en el conjunto de la cesta de la compra. Y el diagnóstico no es precisamente tranquilizador.

“El dato de inflación subyacente lo que está mostrando es que las empresas han visto que la subida de costes no es transitoria y están subiendo precios”, señala José García Montalvo, catedrático de Economía de la UPF, quien añade que el dato de abril envidencia que esta subida de precios “se está empezando a trasladar con más intensidad” a los bienes de consumo. Un diagnóstico que comparte en buena medida Ignacio de la Torre, economista jefe de Arcano Partners. “La subida de la inflación subyacente es una sorpresa negativa”, señala el experto, que atribuye ese ascenso sobre todo al encarecimiento de los alimentos elaborados y a bienes que son intensivos en consumo energético (como por ejemplo los ladrillos), donde ya se está produciendo “un efecto de segunda ronda”.

Y es que si bien en el IPC general sigue siendo el componente energético el que tira con más fuerza del carro de los precios, la inflación subyacente muestra que, sin tener en cuenta la energía, el virus inflacionario se ha propagado ya con fuerza al resto de la cesta de la compra. Y lo ha hecho a pesar de que las empresas “no han trasladado plenamente a los precios de sus productos el reciente aumento de sus costes, de manera que sus márgenes se habrían reducido”, como señaló el martes el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos. Durante meses, las compañías han absorbido buena parte del alza de los costes para no dañar su posición competitiva, sacrificando a cambio sus márgenes. Sin embargo, tras quince meses de subidas ininterrumpidas de los precios industriales, que en marzo se dispararon un 46,6%, la mayor subida de la serie histórica (que comenzó en 1976), para muchas es insostenible seguir haciéndolo, lo que preludia nuevos incrementos de precios al consumo en las próximas semanas y meses.

En este escenario, el riesgo de una espiral precios-salarios crece, máxime cuando los sindicatos amenazan con un “proceso de movilización creciente” si la patronal no accede a pactar subidas de sueldos y a recuperar las cláusulas de salvaguardia en el marco de la negociación colectiva. “Si las empresas creen que van a incrementar sus márgenes sin mejorar los salarios, no conocen lo que puede ocurrir en este país en la salida de una crisis”, advirtió ayer el líder de CCOO, Unai Sordo. Mientras, el presidente de CEOE, Antonio Garamendi, pidió “prudencia” y “responsabilidad” e insistió en su rechazo a vincular salarios e IPC en un contexto en el que “la economía y las empresas están sufriendo de una manera importante”. Sin olvidar que las presiones inflacionistas ya se han trasladado a muchos salarios. De hecho, más de 79.000 empresas pactaron subidas de sueldos próximas al 6% en los convenios registrados hasta marzo, mejoras que afectan a más de 950.000 trabajadores, tal como publicó ayer EXPANSIÓN.

Y en medio del cuadrilatero en que amenaza en convertirse la negociación colectiva, el Banco de España urge a empresas, ciudadanos y administraciones públicas a alcanzar un pacto de rentas que evite que el tifón inflacionista impacte sobre la actividad y el empleo, restando 1,5 puntos al PIB de aquí a 2024 (unos 18.000 millones). Un acuerdo que reparta los costes de la crisis porque “a corto plazo los hogares pueden tirar de ahorros, pero a largo, una inflación muy superior a los salarios te hunde el consumo”, alerta Ignacio de la Torre.

 

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