Tras el susto del INE, así encara la economía la recta final del año

Tras el susto del INE, así encara la economía la recta final del año

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SEÑALES DE CRECIMIENTO/ La fuerte revisión a la baja del crecimiento del segundo trimestre efectuada por el INE ha sembrado dudas sobre la intensidad del rebote de la economía nacional, pero los indicadores del tercer trimestre apuntan hacia una actividad que ha ido de menos a más: creación de empleo, recuperación de la facturación de las empresas, dinamismo del consumo, exportaciones en niveles récord, ingresos tributarios en ascenso y compraventa de viviendas también al alza.

Pablo Cerezal. Madrid

La fuerte revisión a la baja del crecimiento del segundo trimestre efectuada por el INE la semana pasada (del 2,8% al 1,1%) ha revelado que la intensidad del rebote tras la inmediata reapertura de la economía fue menor de lo calculado y no será inocua ni en términos de contabilidad nacional ni de la imagen proyectada al exterior. Primero, porque a pesar de la resistencia del Gobierno a variar sus previsiones, reduce a priori las probabilidades de crecer a tasas próximas o superiores al 6% en el conjunto del año y, por tanto, deja desfasado el cuadro macro sobre el que se sustenta el borrador de Presupuestos, incluido el objetivo de déficit. Y segundo, porque provocará una catarata de ajustes en las previsiones de los grandes organismos justo después de que algunos de ellos, como el Banco de España o la OCDE, los hubieran revisado al alza. De hecho, JPMorgan ha sido la primera firma internacional en aplicar la tijera, rebajando al 4,5% el crecimiento para este año frente al 6,3% anterior, mientras que el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, señaló ayer que el supervisor analizará si revisa sus proyecciones.

Pero en la economía no todo es blanco o negro. Y pese al aparente pinchazo sufrido entre abril y junio, que causó sorpresa y escepticismo casi a partes iguales entre los expertos, ya que las señales emitidas entonces por la economía eran más coherentes con un crecimiento por encima del 2% que por debajo, los indicadores del tercer trimestre muestran que la actividad se ha acelerado entre julio y septiembre, haciendo que el rebote de la economía ha ido de menos a más. Esto es, los datos sugieren que parte del crecimiento extraviadoen el segundo trimestre se habría trasladado al tercero, tendencia que podría tener continuidad en los próximos meses apoyada en la creación de empleo, que retroalimenta una mayor capacidad de compra y optimismo en los próximos meses; la inversión privada, respaldada por la entrada de pedidos, los encargos pendientes y los tipos bajos, y la pública, apuntalada por los fondos europeos.

En definitiva, pese a las dudas generadas por el dato revisado del segundo trimestre, las señales apuntan a un rebote sólido de la economía en el tercero, si bien hay dos grandes riesgos que planean sobre la economía: la escalada de precios, que amenaza tanto la demanda interna como los márgenes de negocios empresariales, y la progresión de la variante Delta, que podría llevar a la reimposición de restricciones frente al coronavirus y a nuevos cuellos de botella en las cadenas de valor.

Mercado laboral

La primera señal que apunta a un crecimiento significativo en el tercer trimestre es el dinamismo del mercado laboral. En julio y agosto se han creado 209.590 puestos de trabajo, de acuerdo con los datos desestacionalizados que maneja el Ministerio de Seguridad Social, mientras que la cifra de trabajadores en ERTE se redujo hasta los 253.000 a mediados de septiembre.

Además, estos datos vienen respaldados por la estadística de Ventas, Empleo y Salarios en grandes empresas de la Agencia Tributaria, que apunta a una creación de empleo del 5,2% anual en julio, con lo que el mercado laboral quedaría apenas un 1,3% por debajo de las cifras previas a la crisis.

A ello se suma la propia percepción de las empresas, que en la última encuesta realizada por el Banco de España confirmaban que entre julio y septiembre “se ha mantenido la recuperación de la producción y el empleo que comenzó en el segundo trimestre” y anticipaban un repunte adicional de su facturación en la recta final de año.

En este contexto, un 54% de los directivos españoles espera aumentar plantilla en el cuarto trimestre, según un estudio de proyección de empleo de ManpowerGroup, mientras que un 86% de los CEO de empresas españolas prevé ampliar su plantilla en los próximos tres años, de acuerdo con un informe reciente de la consultora KPMG.

Estos datos suponen que la tendencia de crecimiento observada en el segundo trimestre, aunque con menor intensidad de lo previsto en un principio, ha continuado en el tercero, pero que también se podría extender al periodo entre octubre y diciembre. ¿Por qué? Porque la creación de empleo no sólo pone una mayor cantidad de dinero en manos de los consumidores, sino que también alienta la confianza en el público, lo que estimula la demanda interna.

De hecho, los indicadores de demanda siguen siendo positivos pese a que en el primer trimestre no crecieran con la intensidad estimada inicialmente. Así, aunque el ritmo se ha moderado, algunas partidas del Índice de Comercio Minorista continúan creciendo a ritmos muy altos. Es el caso de los bienes de equipo personal, donde se incluyen ordenadores o automóviles, y que constituyen un gran termómetro de la situación económica porque son, en la mayor parte de las ocasiones, productos cuya adquisición se puede aplazar. Las compras de estos productos crecieron a un ritmo del 6,8% en julio, lo que es relativamente bajo en relación con los meses anteriores, pero una cifra ciertamente elevada en comparación con la media histórica. Y aunque las compras de vehículos están en negativo en los últimos meses, el acumulado anual hasta agosto crece un 15,8%. Y el frenazo de los últimos meses no se debe tanto a la falta de demanda como a la escasez de productos disponibles por los problemas de suministro de semiconductores. Por su parte, la compraventa de viviendas se disparó un 53,5% en julio en tasa anual, hasta superar las 50.200.

Y a esto hay que sumar la recuperación del turismo nacional. Aunque la cifra de visitantes extranjeros y de su gasto sigue un 56% por debajo de las cifras previas a la pandemia, el turismo nacional ha compensado, en parte, esta debacle. En concreto, en julio se registraron 14,93 millones de pernoctaciones hoteleras por parte de los turistas nacionales, una cifra que ya supera los 14,87 millones de noches registradas en julio de 2019. Y eso ha dado alas a los hoteles, permitiéndoles fijar unos precios que ya superan las cifras de 2019, un aumento especialmente importante en los establecimientos de cinco estrellas (9,8% respecto a las cifras de hace dos años). Hay que tener en cuenta que parte de esta subida se debe a la necesidad de compensar los sobrecostes por los meses de inactividad, pero también que la posibilidad de subir los precios en uno de los sectores más afectados por la pandemia indica que la demanda es vigorosa. Y más robusta es todavía en los alojamientos extrahoteleros, como cámpings o apartamentos, donde la demanda nacional se dispara un 27,8% respecto a las cifras de hace dos años.

Esta tendencia continuó en agosto. De hecho, el gasto con tarjeta se disparó ese mes un 35% respecto a agosto de 2019 gracias al gasto de los españoles y favorecido por el tirón del turismo patrio, según datos de BBVA Research.

Otro signo positivo que alimenta la caldera de la recuperación es la remontada de las exportaciones, que si bien en julio crecieron a menor ritmo que el mes anterior, en el acumulado de los siete primeros meses aumentaron un 21,7% sobre el mismo periodo de 2020 y, lo que es más importante, se situaron ya un 2,7% por encima de los niveles de 2019. También la industria se está recuperando, aunque en septiembre ha perdido dinamismo en el conjunto de la zona euro por culpa de los cuellos de botella en las cadenas de suministro, en un contexto de fuerte encarecimiento de los precios. Así, aunque la producción industrial en España ralentizó su avance al 0,4% en julio, sumó su quinto mes consecutivo al alza, en un contexto en el que, tal como viene señalando Markit en las últimas semanas, el crecimiento de la capacidad productiva es inferior al de la demanda, lo que, sobre el papel, hará que la cola de encargos pendientes se prolongue durante un cierto tiempo, dando combustible a la recuperación.

Recaudación

Pero si hay un indicador que aglutina todos los efectos positivos del crecimiento, y muy difícil de falsear, esa es la recaudación de Hacienda, que se está disparando. En concreto, los ingresos tributarios totales crecieron un 22,2% en julio respecto al mismo mes de 2020, de acuerdo con la Agencia Tributaria, casi el doble que en el acumulado anual. Este incremento se produjo fundamentalmente en el IVA (que se disparó un 54%, fruto de la fortaleza del consumo y el aumento de precio de la luz), pero también en el Impuesto de Sociedades (un 24,5%, como resultado de la recuperación de los beneficios corporativos), en los Impuestos Especiales (12%) y en el IRPF (10,6%, debido a la progresiva recuperación de la masa salarial). Aunque la cifra se ha frenado en el último mes, la subida es muy significativa y generalizada en todos los tributos, lo que confirma la buena marcha de la economía.

Otro indicio de que las perspectivas han mejorado es la fuerte creación de empresas en los últimos meses, con una subida del 9,7% anual en julio, con respecto al mismo mes de 2020, de acuerdo con el INE. Es cierto que esta tasa se ha moderado significativamente respecto a las cifras que se observaban en el segundo trimestre del año, pero hay que tener en cuenta que estos datos tienen un gran efecto escalón por el contraste con la situación del confinamiento. Y, aunque todavía hay muchas empresas que atraviesan grandes dificultades, los concursos de acreedores se empiezan a moderar, según los Registradores. De hecho, muchas empresas están empezando a aumentar ya sus inversiones lo que, junto con la mayor contratación, es un síntoma de optimismo que apunta a una mayor capacidad de crecimiento.

Riesgos en el horizonte

Sin embargo, los buenos indicadores que se proyectan hacia el futuro no pueden hacer olvidar los dos grandes riesgos de la economía española: la inflación y la elevada deuda.

En primer lugar, la subida de los precios industriales escaló en agosto hasta el 18%, 2,5 puntos más que en julio, registrando niveles que no se veían desde mayo de 1980, y buena parte de esta cifra se repercute en los bienes de consumo, que suben un 3,8%. Esto se debe a la fuerte subida de los precios de la electricidad, de las materias primas y de los bienes intermedios, que incluso están provocando la paralización de algunas actividades. Y es muy negativo porque, por un lado, merma los márgenes de negocios de las empresas españolas y su competitividad en el exterior, y, por otro, reduce la capacidad de la demanda interna, ya que cada punto adicional resta 6.000 millones al consumo privado.

Además, esta subida de la inflación genera un riesgo adicional para las finanzas públicas, ya que puede llevar a fuertes incrementos del gasto que se consolidarán de cara al futuro, en el caso de que las pensiones y los salarios públicos se actualicen con las cifras actuales, que probablemente sigan incrementándose en la recta final del año.

Además, en el caso de que la subida de precios no se disipe en próximos ejercicios, sino que se acabe trasladando a los salarios en los países europeos, esto haría que la demanda se recalentara, generando un nuevo efecto de segunda ronda sobre los precios. Esto pondría en un brete al BCE, que podría verse obligado a reducir su política de estímulos, y eso podría ser letal para un país hiperendeudado como España, donde el volumen de pasivos del Tesoro supera el 121% del PIB. Y a todo ello hay que sumar la peligrosa evolución de la variante Delta, que podría llevar a la reimposición de restricciones sanitarias incluso en países con una muy elevada tasa de vacunación, frenando de nuevo el crecimiento en las economías europeas, además de las perturbaciones que puedan venir desde el exterior en forma de una caída del comercio mundial, un nuevo freno al turismo o de disrupciones en las cadenas de valor.

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