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La reputación del sector

Daniel Fernández Menéndez. Director General OPR Seomer S.L.

Desde esta tribuna, quiero focalizar mis reflexiones en un tema que nos ocupa a todos: lo mal visto que estamos el sector de la construcción frente a la sociedad. Analizar cuál es la causa, qué consecuencias tiene, tratar de explicar el error en el que se incurre, ver si parte de la culpa es nuestra y cómo podemos cambiar esa imagen que tanto daño nos hace.

La principal causa de nuestro desprestigio es que se nos asocia con la especulación. La prensa y los gobiernos nos han vinculado a eso que llaman “El ladrillo”, la crisis del ladrillo y a una economía vinculada al mismo.

Lo primero que hay que distinguir es qué es un promotor y qué es un constructor. No seré yo quien demonice al promotor, pero bueno, no es mi oficio ni los representamos, por lo que deben defenderse ellos.

El precio de la vivienda viene motivado por la especulación del suelo, normalmente en manos de grandes fondos de inversión (grandes especuladores), la incompetencia de la administración para gestionar el suelo, la “tajada” que sacan los Ayuntamientos, Comunidades Autónomas y Hacienda; a esto le sumamos una normativa de calidad y sostenibilidad que no podemos permitirnos; y, además, aplicamos una normativa que impide construir por debajo de los 900 €/m2. No somos Noruega ni Alemania, ni tenemos su clima ni su renta per cápita. La construcción de una vivienda media representa es el 50% del precio de venta de la misma (pudiendo rebajarse un 15% con una normativa no tan restrictiva).

Otro gran motivo es la corrupción. Y no voy a negar que ha existido corrupción en la construcción. Aquí vuelvo a enfatizar que se nos adjudica una corrupción que no es nuestra, toda la corrupción del suelo, de las recalificaciones, etc… recae sobre nosotros y la sociedad así lo entiende. En los casos más grandes de corrupción no ha estado la construcción.

Cuando los gobiernos tienen que hacer recortes, el primer sitio donde meten la tijera es en la inversión en infraestructuras, y para justificarse, con ayuda de la prensa, demonizan al sector; “tenemos que romper una economía basada en el ladrillo”.

La construcción es un sector estratégico esencial, así quedó demostrado durante la pandemia; nosotros no paramos, y con un alto riesgo para nuestros trabajadores (puedo hablar en primera persona) seguimos prestando el servicio a los ciudadanos: para que tuvieran agua, que tuvieran luz, que pudieran circular las mercancías…

La construcción es una industria tecnológica de primer nivel. Las constructoras españolas son líderes mundiales, 2 empresas españolas están entre las diez primeras constructoras del mundo y 4 entre las 20 (eso no se da en ningún otro sector industrial en España). Facturamos 107.000 millones de euros con 87.145 compañías, solo 175 registraron ingresos superiores a 25 millones de euros.

En el año 2008 se llegaron a los 2,5 millones de empleos (de puestos directos), que representan el 10 % de la población activa, y con sueldos que superan un 30% el salario mínimo.

Las empresas constructoras somos más que el ladrillo. Construimos todos los parques de energías renovables, las líneas eléctricas, las infraestructuras logísticas, las del transporte, las del turismo, las hidráulicas, la depuración, desalación, infraestructuras medioambientales, etc.

Las consecuencias de los ataques y los recortes de la administración pública son gravísimas. Entre 2008 y 2012 se destruyeron en España 2,9 millones de empleos, de los cuales 1,4 millones venían de la construcción (el 50%). Con un 35% de paro juvenil, la edad media de los trabajadores de la construcción es de 47 años (con salarios un 35% por encima del salario mínimo), los peones ganan más de 17.000 €/año y hay una necesidad de 700.000 trabajadores. La mala prensa y los recortes han provocado la huida.

Los márgenes de las constructoras son bajísimos y muy inferiores a la inflación, y en especial a las subidas de las materias primas. Un dato: el coste de construcción se ha disparado un 30%. Al 80% de las empresas no se le reconoce ninguna revisión de precios en sus contratos y al 20% restante solo la mitad. Esto va a provocar la ruina del sector y en breve empezaremos a ver concursos de acreedores y no se podrán ejecutar las obras financiadas con los Fondos Europeos.

Y para poner más palos en las ruedas, el Ministerio de Hacienda y Función Pública está revisando de oficio las clasificaciones de empresas, bajando y quitando clasificaciones y limitando la competencia, algo que venimos denunciando y que denunciaremos ya a instancias judiciales o de defensa de la competencia, si podemos.

¿Qué podemos hacer para cambiar la opinión de la sociedad?

Estamos en una sociedad democrática, utilicemos los medios que esta nos da. Saquemos las manzanas podridas del sector, unámonos en nuestras asociaciones patronales; el resto de empresas no son nuestros enemigos en una licitación o concurrencia, son nuestros dignos adversarios; expliquemos esto a nuestros trabajadores, que no nos dividan, nuestros trabajadores son el patrimonio más importante de la empresa. Somos más de 2 millones de votos directos y más de 1 millón de indirectos. Somos más que todos los empleados públicos del país.

En definitiva, utilizar nuestras asociaciones patronales, nuestras estructuras de representación de nuestros trabajadores y comuniquémonos con la sociedad, ya que tenemos las herramientas para hacerlo.

Nosotros que construimos la Alhambra, la Catedral de Sevilla, la Mezquita de Córdoba, que construimos los puertos, las presas; que vertebramos el territorio, que modernizamos España y la metimos en el siglo XXI, tenemos que poder con esto.