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Hacienda se resiste a remover trabas que dejan a cada vez más constructoras fuera de las obras públicas

  • El sector denuncia que el sistema de clasificación que determina su capacidad para optar a los proyectos, que data de 1968, está dejando ya sin opciones de contratar incluso a grandes empresas

Son malos tiempos para la lírica en el sector de la construcción. A los problemas de falta de mano de obra que arrastra desde hace años y el más reciente que le está suponiendo la subida exponencial del precio de las materias primas se suma poco a poco otro de carácter técnico pero de gran calado en su actividad: el de la clasificación de los contratistas, que empieza a afectar ya incluso a empresas líderes mundiales sin que el Ministerio de Hacienda haya removido, por el momento, las trabas burocráticas y exigencias anacrónicas que lo provocan.

Para poder ejecutar trabajos, las compañías constructoras necesitan obtener una suerte de carné o clasificación que Hacienda les otorga para cada tipología de proyecto tras evaluar tanto su solvencia técnica o profesional como la económica y financiera. Esta clasificación determina el tipo de obras y la cuantía económica de los trabajos que pueden realizar y el problema, según el sector, es que los criterios para determinarla se han quedado totalmente obsoletos. La actual norma de clasificación proviene de una Orden Ministerial del año 1968, que con leves retoques formales ha llegado hasta nuestros días. En aquellos momentos, como explican desde la construcción, las compañías tendían a ser intensivas en el uso de mano de obra y en parque de maquinaria propios, por lo que por aquel entonces contar con suficientes recursos de ambos tipos era una condición razonable para obtener la citada clasificación.

El problema, argumentan desde el sector, es que el negocio ha evolucionado muchísimo en los últimos cincuenta años con las nuevas formas de trabajar y contratar, con la especialización y la subcontratación. Así, las compañías, sobre todo las más pequeñas, se han ido especializando en la realización de trabajos singulares que, en la mayoría de los casos, forman parte de un contrato mayor que coordina una empresa más grande. O los parques de maquinaria los tienen empresas con gran profesionalización en la ejecución de complejas partes de la obra especializadas y un mantenimiento escrupuloso de los equipos. Y en ambos casos, estas empresas ni quieren ni pueden ser adjudicatarias y corresponsales de un contrato de gran volumen, con actuaciones ajenas a su actividad o cuya puesta en servicio o conclusión desconocen en gran parte.