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Hacia nuevos modelos de relación contractual

Arturo Coloma Pérez. Socio Confiace Ingenieros y Asesores S.L.

Uno de los grandes retos pendientes en el sector de las infraestructuras es mejorar y ampliar los sistemas y mecanismos de relación entre clientes, diseñadores y constructores.

El proceso de generación de una nueva infraestructura es complejo, dilatado y con variaciones en el tiempo. Está sometido a cambios de circunstancias y necesidades del cliente, de la realidad física, del marco legal, de las técnicas disponibles y a otros muchos factores. Una infraestructura desde luego no es un plato precocinado que se introduce en el microondas 3 minutos y ya está listo para su consumo.

Los sistemas de relación actuales tienen como principales características una clara separación entre las fases de diseño y la de construcción, así como una tendencia a la búsqueda durante la fase de construcción de una transferencia máxima del riesgo y buscando un precio cerrado y teóricamente el mínimo posible.

En el sector público, el marco contractual  ha permitido funcionar de manera razonable durante bastantes años gracias entre otras consideraciones al entendimiento de que la Dirección de Obra, ante la complejidad de la creación de las infraestructuras, debería tener un cierto grado de maniobra  y las atribuciones y autoridad suficientes para decidir sobre los imprevistos, errores, mejoras o cualquier casuística que pudiese surgir a lo largo del desarrollo de la obra, todo ello claro, dentro de unos límites.

En la medida que estos límites y márgenes de actuación se han ido reduciendo y que la supervisión y control sobre las Direcciones de Obra y los contratos se ha incrementado por no solo intervinientes técnicos, sino también legales y económicos, se ha visto reducida muy significativamente la capacidad de resolver problemas y por tanto de que el sistema de relación funcione adecuadamente. Esto se ha traducido en disfuncionalidades como aumentos importantes de los plazos, paralizaciones de obras, tramitaciones farragosas de expedientes, bloqueos y situaciones varias que impiden finalmente la realización de la infraestructura en plazos y costes razonables o similares a los inicialmente previstos. Se habla mucho del supuesto sobrecoste de las infraestructuras, pero poco del coste de no disponer de ellas a tiempo y del coste invertido en infraestructuras no concluidas o con funcionalidad limitada.

Estos modelos mayoritariamente en nuestro país en el sector publico se rigen por un marco legal que sigue avanzando en la tendencia hacia el precio cerrado y a una mayor rigidez en la gestión, y en el mercado privado hacia contratos mercantiles de precio absolutamente cerrado con transferencia prácticamente total del riesgo, en búsqueda de un ideal de mínimo coste y cero desviaciones presupuestarias por encima de cualquier otra consideración.

Tampoco ayuda que el sector constructor generalmente acceda al mercado ofertando a pérdida o sin margen sin comprender que las circunstancias y por tanto las posibilidades de mejorar los contratos durante las obras en el sector privado y en el público han cambiado y o bien son muy limitadas o incluso tienden a empeorar en lugar de mejorar por lo que se precisan márgenes de seguridad en las ofertas.

Pues bien, y aquí expongo la idea principal de lo que entiendo debe ser el nuevo camino por emprender. Sería muy conveniente y provechoso para todos los intervinientes y especialmente para el cliente inversor (público o privado), que se produzcan desde las fases iniciales de la concepción de una infraestructura modelos que sumen y alineen las capacidades y los intereses de todos los intervinientes en la creación de una infraestructura.

Aquí vamos muchas veces todos por libre. Es cierto que los diseñadores (ingenieros y arquitectos), realizan el roll de conexión entre el estado del arte de la construcción y las necesidades de los clientes, pero creo que se debe dar un paso más e integrar desde las etapas mas tempranas posibles el punto de vista y la experiencia de los constructores en los procesos.

Por todo ello necesitamos desarrollar nuevos modelos de colaboración, entre clientes, inversores, tanto públicos como privados y las ingenierías y constructoras.

Creo que se debe trabajar, desde el principio del diseño de una inversión, de un modo mucho más colaborativo y participativo entre las constructoras, diseñadores e ingenierías y clientes promotores e inversores. Esto permitiría mejorar las eficiencias en el diseño de las operaciones, y finalmente alcanzar relaciones contractuales más viables y seguras. Creo en la alineación de objetivos como principal argumento, en la relación entre los diversos agentes, y existen diversas fórmulas para que así sea, más desarrolladas en el mercado anglosajón especialmente y en el sector privado, pero extrapolables también al sector público.

Si existe una idea, solución o mejora durante la fase de diseño o de realización de la obra, debe ser mejora para todos y repartir los beneficios que reporte entre los diferentes agentes. Debemos encontrar y permitir entornos win-win. Incorporar la experiencia del constructor en las primeras fases puede aportar enfoques con gran calado en las decisiones del proyecto. Es poner más el foco en relación a los agentes más adecuados para un proyecto desde el principio y aprovechar todo su potencial colaborativo.

Este es el reto; encontrar nuevos modos de colaboración que permitan una relación estable, viable, competitiva y eficiente en el sector. Hoy no la tenemos. Deberíamos colaborar más. La labor de la ingeniería, la arquitectura y la construcción no están adecuadamente valoradas, ni reconocidas ni por tanto remuneradas suficientemente. Esta situación no es sostenible en el tiempo incidiendo negativamente en la viabilidad y eficiencia de las inversiones, en la calidad de nuestras infraestructuras y en la vida de las empresas y profesionales del sector.